El efecto del frío decembrino en tus dientes: por qué aumenta la sensibilidad y cómo protegerte

Si últimamente sientes una punzada aguda al beber algo frío o incluso al respirar aire helado, no es tu imaginación. La sensibilidad dental tiende a intensificarse en esta temporada, y entender por qué ocurre puede marcar la diferencia entre disfrutar cada momento… o vivir con ese “toquecito” incómodo constante.

Dientes con sensibilidad al frío

Por qué el frío aumenta la sensibilidad dental

El esmalte de los dientes, aunque es la estructura más dura del cuerpo, también reacciona a los cambios de temperatura. Cuando se expone al frío, se contrae ligeramente, y ese microcambio puede dejar al descubierto zonas diminutas de dentina. La dentina tiene canales que conectan directamente con el nervio dental, por lo que la sensación de dolor aparece casi al instante.

A esto se suma que muchas personas presentan encías retraídas, y en esta época el clima seco puede irritarlas aún más. Cuando la raíz queda expuesta (y recordemos que no tiene esmalte que la proteja) el aire frío impacta directamente en ella. Esa combinación es una de las razones más comunes por las que la sensibilidad se dispara.

También influyen los constantes cambios de temperatura en los alimentos propios de esta temporada. Es habitual pasar de un plato caliente a una bebida fría en cuestión de segundos; ese “brinco térmico” puede desencadenar molestias incluso en dientes que normalmente no duelen.

El estrés estacional tampoco ayuda. Al finalizar el año, muchas personas aprietan o rechinan los dientes sin darse cuenta, lo que desgasta el esmalte y deja zonas vulnerables. Y, finalmente, el frío puede hacer más evidente la presencia de caries o filtraciones en resinas antiguas, ya que el estímulo llega más rápido al nervio.

Cómo proteger tus dientes del frío decembrino

Una forma efectiva de reducir la sensibilidad es usar una pasta desensibilizante de manera constante. Funciona mejor si se aplica un pequeño punto sobre la zona más sensible antes de dormir, permitiendo que el ingrediente activo actúe durante la noche.

También es fundamental revisar la técnica de cepillado. Muchas personas tallan con fuerza pensando que limpian mejor, pero en realidad desgastan el esmalte y hacen las encías más vulnerables. Un cepillado suave, con movimientos controlados, protege mucho más de lo que parece.

Cuidar el consumo de bebidas ácidas y dulces típicos de la temporada también ayuda. El vino, el ponche, los refrescos y los postres pueden debilitar el esmalte y volverlo más susceptible al frío. Si además sospechas que puedes estar rechinando los dientes (por dolor al despertar, tensión mandibular o desgaste visible), un protector nocturno puede evitar microfracturas que agravan la sensibilidad.

Finalmente, una limpieza y revisión profesional puede identificar si la causa del dolor es una caries, una resina con filtración, un esmalte debilitado o una encía retraída. Muchas veces, la sensibilidad es el primer aviso de un problema que, si se atiende a tiempo, evita molestias más fuertes.

Tus dientes no tendrían por qué sentir el frío más que tú. Si cada trago, cada postre o cada ráfaga de aire te provoca un salto involuntario, es momento de revisarlo.

Agenda tu valoración y disfruta esta temporada con una sonrisa cómoda, sin sobresaltos y totalmente protegida.

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